lunes, 24 de noviembre de 2008

Slow life I

Me obligan a escribir acerca de la Slow life. Es mi tema estrella, sin duda, pero hay que ir despacio incluso cuando se profetiza una vida mejor (en la tierra); y no se puede teorizar la ‘vida lenta’ sin antes hablar de la ‘comida lenta’.

Slow food no es sólo una reacción al Fast food, cuya bondad ya ha sido cantada por Rachel (ahimé…). La 'comida lenta' no es una moda, no es una manía para hipocondríacos, ni una nueva tendencia para progres aburridos o una nueva extravagancia para hippies. Al contrario, el Slow food, a pesar de su nombre, es uno de los pilares de nuestra tradición, de nuestra cultura.

La lucha 'Slow food Vs. Fast food' no se centra en la comida, sino en el tiempo. Antes de criticar la comida que te sirven en un Fast food, posiblemente no muy sana y muchas veces no ‘tradicional’, hay que criticar (y combatir) la filosofía en la que se basa la comida rápida. ¿Qué propone un restaurante de comida rápida? Comer rápidamente…Como si comer fuera una obligación más, como si la comida fuera una perdida de tiempo y una pesada tarea de cada día.

El perrito caliente, la hamburguesa o el más exótico Kebap no son el mal absoluto. No hay ninguna razón para renunciar a ellos y es posible que no sean peores de otros platos. Pero tampoco hay ninguna razón para comerlos en cinco minutos. Allí está el quid de la cuestión, en el tiempo antes que en la comida. Recuperar el rito de la comida y, cuando posible, el rito del ‘buen comer’, significa reapropiarnos de nuestro tiempo, de nuestra vida. El lujo de tomarse al menos una hora para comer no debería ser un lujo, sino el mínimo sindical para tener una calidad de vida aceptable.

Vamos atrás en el tiempo. Hasta hace 20 años, las comidas juntaban a toda la familia, eran el momento del día que se compartía con las personas queridas. Cuando había algo que celebrar, se organizaba una buena comida e incluso los acuerdos políticos y los negocios se cerraban alrededor de una mesa. El slow food no inventa nada.

En una ‘comida lenta’, la atmósfera se relaja, se habla tranquilamente, las tensiones se suavizan…en sumo, se come mejor. Intentemos volver a comer despacio y a disfrutar del tiempo de la comida, pues, y comeremos mejor. Lo demás, es decir, la búsqueda de alimentos más sanos y más ricos, el control sobre otros momentos de nuestra vida y el redescubrimiento de nuestras raíces, son la directa consecuencia del slow food. Empecemos por la comida, lo demás vendrá.

Así que la próxima vez que de nuestra boca salga la triste frase “aprovecharé la hora de comer para…”, pensemos que en realidad estamos diciendo “derrocharé la hora de comer para…”.


Un álbum: All'Una e Trentacinque Circa, V. Capossela.

1 comentario:

Martínez dijo...

¡Este es mi chico! La demostración de que el discurso del Guiri (al que, por cierto, cada vez se le nota menos que lo es cuando escribe) es coherente y consistente está en que, si Dios quiere, el jueves nos jalaremos una jamburguer en Alfredo's Bbq, y que en este santo blog se escribirá de nuevo de hamburguesas, pero de las que se comen tranquilamente, de PJ Clarke's a La Gamella...