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martes, 25 de agosto de 2009

Siempre joven... con vermú spagnolo




Otra escena de Cocktail: Lavapiés. Diciembre. Un cumpleaños. La mágica cifra de los 30. Tienes mucha suerte, aunque sientas que no. Las ojeras de un curro absorbente y la mente ausente pensando en quien no está te inclinan a pensarlo. No es así. Una botella de dos litros de vermú Valdepablo hará las delicias de los invitados. Un buen amigo italiano, se ofrece al rescate. Te acompaña a todas las tiendas de tu barrio, calle arriba y abajo, con una paciencia infinita y sonrisa profidén.

Tras el aprovisionamiento de pan árabe, hummus, albahaca fresca y otras delicatessen entra en tu cocina, amablemente te echa, y comienza a preparar un digno menú cumpleañero. Ha traído por su cuenta tortillas mexicanas de maíz recién hechas. Y va a preparar fajitas. Intentas poner orden en casa. Metes toda la ropa sucia en el cesto de la ropa. Pones música. Abres una botella de vino blanco. Ya eres mayor para beber lo que te de la gana. Nada de fingir orgasmos con vino tinto.


 Van llegando a casa los invitados. Hay whisky, ron, vodka, ginebra, todo primeras marcas. Sin embargo triunfa un vermú español. Oh! El cocktail más deseado es sencillo de preparar. Se rellena de hielos un vaso grande, digamos modelo Pokal . Bendita Ikea. Se añade un generoso chorro de vermú Valdepablo. Se añaden unas rodajas de naranjas frescas -es invierno- y Sprite.

La botella del vermú gallego no es para nada glamourosa. A falta de buena imagen, y un gran déficit de marketing, su precio no excede los 3 euros. Un cocktail tan modesto desplaza al resto de licores y espirituosos a un segundísimo plano. La comida es estupenda. La compañía excelente. Y la bebida entusiasma.

Una canción: Siempre joven, de Lorena C. Un local: La escalera de Jacob. Un barrio: Lavapiés. Un cocinero: Massi. Un vermú: Si no hay Martini, cualquier otro, Valdepablo por ejemplo.

jueves, 13 de agosto de 2009

Líquido I

Escena sencilla: salón de un piso compartido de Madrid, luz baja de una lámpara Ikea (más bien fea), una quincena de personas (guapas, claro…), dos sofás, una mesa. Ligera niebla, modelo 'reunión sindical'. Música yankee.

Sobre la mesa: patatas fritas, jamón, queso y canapés. Para beber, lo típico: vino, cerveza, ron, whisky, ginebra…Lo típico hasta que llegan los italiani con una botella de Martini Rosso y una de Campari. “Amigos, os presento al Conte Negroni”. Toooodo un éxito...

La historia del Negroni, el último gran invento del Belpaese (si quitamos el catenaccio…), es muy sencilla. En Florencia, durante el ‘Biennio Rosso’, el Conte Camillo Negroni solía ir al Caffé Casoni y tomar como aperitivo un Americano con ginebra…po’, un Negroni.

Preparación: en un vaso ancho poner hielo y rellenar con vermouth rosso, Campari y ginebra en partes iguales. Indispensable sumergir una lonchita de naranja en el líquido. Es el aperitivo perfecto.

Para tomarlo en Madrid, aconsejo Non solo Caffé (que lo haga el camarero más delgado y con pelo corto, que se lo curra más…). El sitio es perfecto para tomar un buen aperitivo. Aún no he probado la cocina, así que no puedo decir nada…

Dos avisos importantes: provoca adicción y emborracha.

-No conduzca si has bebido; no bebas si conduces…y sobre todo, ¡no bebas mientras conduces!-


Una canción: Furore, Vinicio Capossela ('Camera a Sud', 1994)