sábado, 8 de noviembre de 2008

Lo de comer fuera

De la relación entre Bayer y Sodexho. / Martínez
Soy de los que recibe de su empresa ese pago en especie no reconocido como tal que son los cheques comida. Salvo que se decida blanquearlos de un modo u otro, los dichosos cheques te proporcionan una suma anual para consumo irrenunciable en bares, restaurantes, tabernas y chigres diversos de en torno a los 2.300 euros.

Casi nada. ¿Qué hacer, que diría Lenin, con ellos? Todo el mundo sabe las secuelas que comer fuera deja en profesionales de diversa condición, desde albañiles a financieros; entre éstos últimos el Alka-Seltzer es remedio habitual para la digestión de comidas y tratos pesados. En mi entorno muchos optan por traerse la comida de casa. Los compañeros que de lunes a viernes se alimentan vía tupper suelen acumular importantes excedentes Sodexho, que invierten los fines de semana en cenas romáticas o banquetes pantagruélicos con los colegas. Yo hasta hace poco los utilizaba diariamente; en alguna ocasión mi chequera ha llegado temblando a final de mes. Y es que en mi curro, que es muy particular, unos cuantos gustamos de comer bien y en buena compañía.

Pero últimamente me encuentro con que yo mismo vengo acumulando ese excedente que en otros interpretaba como rasgo de mezquindad. Varias son las razones que lo explican. Para empezar, la intensidad del trabajo. Nos apremian los plazos en la pequeña gran redacción en la que laboro, los homenajes se han reducido de manera drástica y tratamos de abreviar la parada para comer. Eso por otra parte permite a algunos desarrollar sus dotes culinarias. El otro día Ana nos hizo una quiche estupenda, y ya fue la segunda. Dimos cuenta de ella sentados a la mesa del despacho de nuestro señor jefe.

Otro factor importante es el barrio donde nos encontramos. Desde que nos trasladamos de la bendita Prospe al confín de Arturo Soria, sección Hortaleza, la oferta de restaurantes ha mermado considerablemente. Pronunciar eso de 'bueno, ¿dónde vamos a comer?' en torno a las dos y media ha perdido buena parte de su sentido. Poco a poco hemos ido descubriendo sitios que merecen la pena y que saldrán pronto a relucir en este blog. Algunos emprendedores están abriendo locales de comida medio sofisticados al calor de nuestra presencia en el barrio. Pero la norma sigue siendo bastante desalentadora. No olvidaré ese 2 de enero de 2008, primer día en la nueva sede, en que una hamburguesa infecta detonó el cóctel explosivo que había comenzado a fraguarse en mi estómago en Nochevieja con unas ostras Napoleón... El otro día soñé que en los baretos del entorno (hay uno llamado 'Don Baretto') utilizaban aceite de colza desnaturalizado... Comprensible pues que el Alka-Seltzer haya vuelto a mi mochila, y que comer fuera de lunes a viernes haya quedado asociado a comer de mala manera y a una mala digestión.

De ahí a la última circunstancia, clave para explicar ese excedente de sodexhos en mi cartera: mi-mo-to. Esa bendita máquina que estrené en febrero me lleva de la puerta del curro a la de casa en apenas un cuarto de hora, así que comer en el hogar se ha hecho de lo más habitual.

Ahora soy uno de esos que tira de cheques comida los fines de semana. Ayer dejé unos cuantos sobre la mesa del China Té, un sitio muy gracioso al que antes iba mucho a comer con mis compañeros de trabajo. Quedaba al lado.

(Foto vía Flickr: barvaron)

2 comentarios:

Massi dijo...

...y cuándo aprendiste a hacer fotos?! je, je!! Veo que con subjetos "disciplinados", las fotos te salen mejor! je, je!

Andrea dijo...

¿Y no habrá un mercado secundario para los cheques de comida? Ahhh... las fuerzas del mercado!