miércoles, 17 de junio de 2009

La ventricina

Ya es hora de hablar de la ventricina. Martínez me ha lanzado la pelota (“mi devoción por la ventricina no tiene medida”, dice), pero las últimas noticias que llegan desde Italia son una pase de la muerte: mejor embutido italiano de 2009…Signori, provare per credere!!

Estamos hablando de un embutido popular y tradicional, redescubierto hace poco gracias a la santa moda de 'volver al campo' (la única que parece poner de acuerdo progres y pijos, by the way...). Así se creó L'Accademia della Ventricina, se pidieron sellos, reglas y reconocimientos y la ventricina volvió a estar en nuestras mesas.

En Italia, como en España, la maialatura (matanza del cerdo) es una antigua tradición familiar y ni siquiera las normas higienistas de la UE han podido pararla (los cuellos blancos de Bruselas se aburren mucho…). La ventricina es un producto más de la maialatura, tradicional del alto-vastese, la zona interior de Vasto (sur de Abruzzo). Más o menos aquí:

Lo primero que hay que aclarar sobre la ventricina es que no es un embutido de segunda categoría: se produce con las partes mejores del cerdo. La composición es de 70% de carnes magras (al menos un 80% de jamón y lomo) y 30% de panceta y jamón graso (aquí tenéis la descripción de la preparación y otros datos técnicos).

Tiene un sabor muy característico, óptimo, pero uno de estos sabores a los que hay que acostumbrarse: el hinojo y el pimentón (dulce y picante) son las especias que le dan sabor y color.

La original, la única que como vastese doc puedo aceptar, se come en trozos, no en lonchas: en la preparación, la carne se corta en trozos de 2cm mínimos, así que es imposibles comerla en rodajas sin que se rompan.

Para entender bien de que hablo, hay que probarla, claro está. Pero si sigue ganando concurso, dentro de unos meses la podremos encontrar en los restaurantes italianos de moda. Con su relativo sobreprecio, of course...

Un film: La guerra degli Anto' (Riccardo Milani, 1999).

viernes, 12 de junio de 2009

Esa trattoria de moda...


Esta semana estuve en el muy cacareado 'Don Giovanni', varias veces laureado por ese 'Metrópoli' que en lo gastronómico regentan con gran criterio dos popes del asunto, Juan Manuel Bellver y Fernando Point. Me gustó el local, en el que conviven elegantemente recursos decorativos diversos, desde las maderas acogedoras y las luces tamizadas de bistró, siempre de agradecer, a las italianísimas sillas de plástico rojo tipo Kartell. El ambiente y el trato, comenzando por el que ofrece Andrea, cocinero y propietario, son excelentes.

En cuanto a la cosa del comer, quiero reservarme el juicio categórico a próximas visitas; me limitaré a comentar por encima algunas de las cosas que tomamos. A un servidor le encantan los quesos y fiambres italianos. Mi devoción por la ventricina no tiene medida. De ahí que el sumarísimo antipasto que nos ofrecieron me decepcionara por surtido y cantidad. Muchísimo más generoso y aprovechable el que puedan servir, por ejemplo, en el mil veces más humilde Pizzaiolo. Pero la presencia de una imponente burrata aderezada con trufa se impuso con su sabor a cualquier otra sensación. Los fundadores de DondeComenDos ya estamos planificando una expedición para jalarnos una de esas milagrosas piezas en las que el frescor consigue sobreponerse a la grasísima esencia del producto.

La pasta es la especialidad de la casa y nada malo se puede decir de ella. Surtido y calidad. Pero uno quizá esperaba algo más especial. El vértice italiano de DondeComenDos tiene dicho que el precio que ciertas trattorias madrileñas exigen por los platos de pasta no está justificado ni siquiera por exotismo. Es un debate interesante que a buen seguro podremos desarrollar en post sucesivos. Yo me dejé asesorar por Fernando Point y pedí triangoli neri rellenos de mero con salsa de naranja/limón y vodka; en efecto estaban muy ricos, pero, hmm, no sé... Un pelín secos, y ese sabor marinero que nos anunciaban un tanto desdibujado.

De postre compartí el recurrente tiramisú y arrugué instintivamente el morro cuando nos aparecieron con un vaso de cristal. ¡Una condenada tarrinita! Esa fórmula que el Vips ha popularizado para sus postres baratos. Y pensé que no es cortés obligar al cliente a rebañar. Para eso me quedo en casa.