martes, 31 de marzo de 2009

Patatas II

Prometí a Martínez no caer en el tópico de la importancia de la patata en la historia del mundo. No hablar de los irlandeses, ni de los alemanes, ni de la II Guerra Mundial. Aunque tenga una anécdota buenísima sobre el conflicto: según mi profesor de inglés del Liceo, durante la guerra los vastesi cultivaban patatas en la céntrica Piazza Rossetti.

Según el profesor, durante la guerra, los ciudadanos cambiaron las flores y las plantas de la plazas por patatas. Patatas que, of course, le salvaron la vida a mis conciudadanos (yo no me lo creo: por aquel entonces Vasto era un pueblecito, a 100m de la plaza ya había campo...).

Tampoco podré contar que en mis años de estudiante a veces, sobre todo a finales de mes, era un irlandés más: pasta con patatas, arroz y patatas, patatas hervidas, patatas asadas, patatas fritas, tortilla de patatas, patatas a lo pobre...es que la patata llena y vale poco!

Además, ponerse ahora a explicar el doble sentido de la palabra 'patata' en italiano y del anuncio censurado a un famoso actor de cine sectorial no es buena idea.

...y no creo que este blog sea el lugar adecuado para hablar de mi adicción a las patatas fritas.

Total, me digo, si no puedo alabar las patatas y Charly no quiere hablarnos de Herjomar, habrá que caer en otro tópico (que la originalidad se acabó hace tiempo...) y dar consejos no pedidos sobre las patatas.

Las reglas básicas para cocinar las patatas son dos: lavarlas y secarlas bien y tener mucha paciencia.

Lo de lavarlas y secarlas es esencialmente para quitarle el almidón, que es el verdadero enemigo de la buena patata. Bueno, lavarlas creo que lo hacemos todos, pero secarlas no creo sea una costumbre difundida...po', habrá que empezar!

La paciencia es para las personas como yo, que no aguantan esperar el montón de tiempo que tarda el dichoso tubérculo en cocerse! Hay que tener paciencia con las papas, el paladar lo agradecerá. Hay que tener paciencia también después de la fase de cocción: quemarse la lengua no es buena idea...y no lo digo por nada en especial.

No puedo no difundir otra preciosa información acerca de las patatas. Cuando la cocinamos en el horno, al meterlas, hay que asegurarse que el horno esté muy muy caliente. Nunca debajo de los 180º. Hay una explicación científica para este consejo, pero yo no la recuerdo y tu ya has bostezado...

Una película: La patata bollente (Italia, 1979).

(Foto: 'Vasto nell'anima')

jueves, 26 de marzo de 2009

Cerdos en Segovia

-Escrito a 4 manos por Charly y Massi-
Hubo un tiempo, en el Belpaese, en el que la televisión no era una mostrador de carne. Por aquel entonces, Rete4 y Raitre competían para hacerse con la audiencia nostálgica y la arma era el cine nacional (bueno, bonito y barato). Los grandi (Sordi, Totò, De Sica...) y los más pequeños (Banfi, Villaggio...) combatían su particular guerra en las cadenas 'menores' de los dos grupos mediatico: el público y el privado. Y yo, niño/adolescente nostálgico, no me perdía ni una peli.

Sólo así se explica la imagen que se forma en mi cabeza cuando pienso en las legumbres y en el cerdo: calor, sudor y pan. Es decir, la 'escena fija' de las películas de Bud Spencer y Terence Hill.

Aquí os dejo una pequeña muestra de lo que pasa en mi cabeza en estos mágicos momentos.


Así que podéis imaginar lo que pasó cuando Maka me propuso pasar un día en Segovia y de paso comer en La Granja...Vi a Terence Hill subirse a la torre del Alcázar y mirar desde arriba a Bud Spencer durmiendo en los jardines de La Granja. Los dos se miran mientras una señora gordita revuelve legumbres en una cazuela enorme y un señor asa un cochinillo...

Con esta idea entré en el Reina XIV.
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Aunque el restaurante Reina XIV ofrece a los comensales una variada gama de oferta culinaria, sin lugar a dudas los platos estrella (como no podía ser de otra manera) son los judiones y el cochinillo.

Acerca del plato de la planta leguminosa podemos decir que falta un poco de sentido añejo en la presentación de los platos, es decir, tu pides judiones para 4, 5, 6 o 7 personas pensando que te van a traer un ‘perolo’ que ni tu abuela la del pueblo, sin embargo, te sirven para compartir unas cazuelitas de barro en las que entran menos judiones que un plato hondo clásico que cualquiera tiene en su casa…

No obstante, no es que sea un problema mayúsculo porque se supone que después de los judiones tiene que entrar un cochinillo (o mejor dicho parte de él) en el estómago, aunque no estaría de más que te avisaran de que las cazuelitas son ‘pequeñitas’ (para uno está bien pero para compartir entre 2 o 3 habría que ‘repartir’ casi literalmente las legumbres).

Por lo que respecta al cochinillo… qué decir de este manjar de tierras castellanas (junto al lechazo, claro está). Hay que encargarlo con un par de días de antelación (cosa normal) y decir a qué hora vais a ir a comer. Atención: es importante no pasarse mucho de la hora indicada porque sino la carne y la piel del animal ya cocinada se quedaría un poco seca, aunque para eso está la salsita rica que acompaña al cochino.

En este sentido, nada que decir en cuanto al sabor y a la textura del plato y tampoco del servicio de camareros. Sobre el precio decir que no está nada mal en cuanto a la relación calidad-precio y aclarar que cuando nos trajeron la cuenta pensé que sería mucho más de lo que en realidad nos cobraron. En definitiva, visitar la Granja y Segovia en un mismo día acompañado de un manjar a la hora de comer se antoja como un estupendo plan de fin de semana válido para todos los públicos. Además, para completar el día, se puede visitar la fábrica de whisky DYC que se encuentra en la carretera entre la Granja y Segovia con lo que no hay que desviarse prácticamente nada del camino.

PD(de Massi): La chica que no sirvió era realmente guapa!

Un film: Le llamaban Trinidad (Italia, 1971)

miércoles, 25 de marzo de 2009

El conejito


Ha nevado en Hamburgo. Hoy. Cuatro días después de llegar la primavera. ¿Cómo subir el estado de ánimo ante eso? Tal vez con el estómago. Con los Osterhasen. Esos adorables conejitos de chocolate. Las tiendas montan ejércitos de Osterhasen frente a las cajas registradoras. Y es difícil no hacerles caso. Mis preferidos son los Goldhasen de Lindt. Tienen el lomo dorado y un cascabel. Dan ganas de darles un mordisco. ¿Habéis caído ya en la tentación?

De finales de marzo a abril es difícil renunciar al chocolate en Alemania. Los conejitos y los huevos de Pascua son omnipresentes. Es costumbre acapararlos en el mercado y regalarlos compulsivamente. Los coleccionas y al mismo tiempo piensas cómo deshacerte de ellos. Son tan adorables. Pero te niegas a dejarte dominar por la serotonina barata del chocolate. Les haces frente. Acabas preguntando: ¿Por qué los conejos de Pascua traen huevos?

A mí me explicaron que en Pascua los padrinos sacaban a los niños de cacería. Cazaban conejos. Y el señuelo eran huevos coloreados. Otros dicen que los conejos son un símbolo de fertilidad. Que con ellos llega la primavera. Si los ves corretear por ahí es que están en plena acción. En busca de aventuras amorosas. El dichoso conejito...

miércoles, 11 de marzo de 2009

Sagnitelle e fasciule a Miracoli

Non avevo di meglio da fare. Gabriele mi manda un sms con scritto "non mangio" e durante la pausa pranzo, complice un sole molto simile a quello di aprile, decido che vado fuori. Non fuori nel senso di fuori all'aperto (già ci stavo) ma fuori nel senso fuori Vasto, fuori Punta Penna. Decido di percorrere la Statale 16 direzione nord in cerca di qualche novità. L'intenzione che mi viene dopo aver preso la macchina è Casalbordino e parto. Arrivo e parcheggio proprio davanti al panorama da cartolina tipica del posto: Miracoli di Casalbordino.

Poco distante, l'Osteria dei Miracoli, ma era chiusa. Cavolo, sono arrivato fin qua ed è pure chiuso? Poco più giù leggo un'insegna: "Caffetteria - Pizzeria - Spaghetteria «Il Panzanaro»". Avvicinandomi vedo già quel che di rustico che affascina uno come me: un piazzale spoglio, una sedia messa lì "tanto per"... la porta del locale di un vetro logoro con attaccate vetrofanie di qualche marca di birra o altro, oramai sbiadite.
Entro e trovo quello che avevo pensato. Un ambiente da ristorante a buon mercato. Sedie e tavoli erano consoni per un ristorante, la clientela per una taverna che vive dei suoi avventori da secoli. Le battute si sprecano:

Signore distinto (a uno anziano) - "Giovane, te le fi' 'na birrette?"
Anziano - "No grazio, sono in servizio"

Sorrido. Mi piace sempre di più... Mi accomodo a un tavolo e si avvicina una ragazza davvero carina che mi dice "Lascio menu". Non era italiana, potrei dire che era dell'Est ma sarei scontato. Chiedo cos'hanno senza guardare il menu. Mi sembra una perdita di tempo e dopotutto non sono qui per fare il cliente selettivo.

-
Che cosa c'è oggi?
- Stano cucinando la pasta e fagioli...

(Cosa c'è di più rustico?)

- Va bene! Un piatto di pasta e fagioli.
- Lo vuole rossa o in bianco?
- Rossa, grazie.

Chiaro, adesso mi si dirà che una pasta e fagioli è una pasta e fagioli, nulla di così sofisticato da farti dire "Cavolo Robè, oggi mi so' magnate nientepopodimeno che... Pasta e fagioli!". Il punto è che se vai in certi posti DEVI mangiare pasta e fagioli, l'alternativa ti classifica come cacacazzi, secondo me. Un po' come andare in un ristorante in cui la specialità è il pesce e ordinare una bistecca di vitello ai ferri, benché presente nel menu.
Ecco il piatto di "Sagnitelle e fasciule" che mi è stato servito. Il Panzanaro, mi sa che ci torno...


'Il Panzanaro' si trova qui:


Ver mapa más grande

sábado, 7 de marzo de 2009

Brunch





Los sábados y los domingos por la mañana los alemanes van en procesión a la panadería. Mi hermana y Max son clientes fieles de la pequeña confitería de la calle Lutero.

Da gusto ir con las legañas puestas y despertar con las luces de las vitrinas repletas de tartas, cruasanes, bizcochos de amapolas y frutas del bosque. Detrás del mostrador asoman más de 20 variedades de panecillos (con pipas de girasol o calabaza, de centeno o con semillas de sésamo...)

Es un rito que siempre he querido compartir con vosotros. Desayunar tarde y abundante, sin prisas, porque el brunch tiene un ritmo de conversación íntimo, al igual que en las saunas. No sabes porqué pero es así. Encerrado en una sauna apetece contar secretos. De cañas contar chistes. Surge una charla alegre, ligera, con interrupciones para pedir otra ronda. O aceitunas.

Los fines de semana, cuando puedes disfrutar del descanso sin despertadores, es el momento propicio para escuchar. Por eso insisto tanto.

lunes, 2 de marzo de 2009

La pizza dell'Oste



(Internacionalizo el blog con este post en italiano, prometo traducirlo en cuanto pueda.)

Una pizza è una pizza e si mangia. Può essere mediocre, buona, discreta, umile, secca, grande, piccola, fine o grossa, ma il commento arriva solo a piatto vuoto: difficile che una pizza la si lasci nel piatto. Così come è difficile che la pizza sorprenda.

La verità è che la pizza ottima non esiste e che sempre dobbiamo trovargli un piccolo difetto e ci sarà sempre qualcuno che dirà la famigerata frase: “La pizza buona è quella di Napoli”. Sarà per l’umidità o per la pressione atmosferica, suppongo. Poi c’è l’annoso quanto spinoso problema della crosta. C’è chi non la mangia perché non l’ha mai mangiata, che significa semplicemente: quando ero bambino la lasciavo perché non c’era condimento; e c’è chi la lascia perché “è la parte che fa ingrassare”, come se il condimento fosse esente da grassi.

Poi c'è una strana categoria di mangiatori di pizza, alla quale -ahimè- appartengo. Sì, sono uno di quelli che mangia solo "pizze classiche" e non “queste cose moderne che si fanno adesso" (nella lingua nativa dell'autore, "cose moderne" si può sostituire con "purcuarí").

Insomma, la pizza è un mondo ed io, da buon emigrato, cerco di mangiarne una ogni volta che torno in Italia, dove la pizza è più buona...umidità e pressione atmosferica? No, no, in questo caso la pizza è più buona per altre ragioni. Ragioni meno fisiche, ma più reali. La prima è che in Italia ci sono gli italiani (ooooh, gran scoperta...), più esperti di altri nel riconoscere una buona pizza, e questo piccolo fattore alza il livello medio della pietanza nazionale. La seconda ragione è che quando mangio una pizza in Italia, la mangio con la gente con cui sono cresciuto, gente che non vedo per mesi. La terza ed ultima ragione è che una pizza in Italia è ben pagata. La concorrenza e la ‘normalità’ della pizza abbassano i prezzi rispetto a altri Paesi: pagare 12 euro una Margherita rende difficile la digestione a chiunque.

Preambolo fin troppo lungo per dire che in occasione del mio ultimo viaggio italiano ho scoperto un’agradabile pizzeria. Si chiama ‘L’Oste e la Regina’ e la trovate “sott'a Montedorisio”. Cioè, qui:


Ad essere sincero, quando mi hanno proposto di andare lì ho pensato: “pe’ ‘na pizza fin lì?”. Poi ho scoperto che lì non era tanto lontano dal mio qui di allora (Vasto City) e mi sono dovuto ricredere. Ma l'altra importante scoperta della serata è stata che non solo ho rubato pezzi ai miei commensali (non è una gran novità...), ma che non sono riuscito a trovare nessun difetto alla pizza. A piatto vuoto ho potuto solo dire: “Era proprio buona”.

Un film: Totó Sapore (Italia, 2003).