Otra escena de Cocktail: Lavapiés. Diciembre. Un cumpleaños. La mágica cifra de los 30. Tienes mucha suerte, aunque sientas que no. Las ojeras de un curro absorbente y la mente ausente pensando en quien no está te inclinan a pensarlo. No es así. Una botella de dos litros de vermú Valdepablo hará las delicias de los invitados. Un buen amigo italiano, se ofrece al rescate. Te acompaña a todas las tiendas de tu barrio, calle arriba y abajo, con una paciencia infinita y sonrisa profidén.
Tras el aprovisionamiento de pan árabe, hummus, albahaca fresca y otras delicatessen entra en tu cocina, amablemente te echa, y comienza a preparar un digno menú cumpleañero. Ha traído por su cuenta tortillas mexicanas de maíz recién hechas. Y va a preparar fajitas. Intentas poner orden en casa. Metes toda la ropa sucia en el cesto de la ropa. Pones música. Abres una botella de vino blanco. Ya eres mayor para beber lo que te de la gana. Nada de fingir orgasmos con vino tinto.
Van llegando a casa los invitados. Hay whisky, ron, vodka, ginebra, todo primeras marcas. Sin embargo triunfa un vermú español. Oh! El cocktail más deseado es sencillo de preparar. Se rellena de hielos un vaso grande, digamos modelo Pokal . Bendita Ikea. Se añade un generoso chorro de vermú Valdepablo. Se añaden unas rodajas de naranjas frescas -es invierno- y Sprite.
La botella del vermú gallego no es para nada glamourosa. A falta de buena imagen, y un gran déficit de marketing, su precio no excede los 3 euros. Un cocktail tan modesto desplaza al resto de licores y espirituosos a un segundísimo plano. La comida es estupenda. La compañía excelente. Y la bebida entusiasma.
Una canción: Siempre joven, de Lorena C. Un local: La escalera de Jacob. Un barrio: Lavapiés. Un cocinero: Massi. Un vermú: Si no hay Martini, cualquier otro, Valdepablo por ejemplo.