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domingo, 2 de noviembre de 2008

'Galeotta' fue la galleta.

Bueno, sí, todo empezó con unas galletas de canela. Aún me quedo sorprendido pensándolo: a mi la canela nunca me ha gustado. Quizás habría que molestar el destinto y dejar a las galletas el papel de dulce medio…pensar que todo ha ido como tenía que ir y que las galletas fueron el último recurso de la fortuna, ya que llegaron donde no pudieron llegar los sándwiches, los vinos y las fiestas de disfraz, acercando Rachel a “los chicos de la última fila”.

Martínez y yo nos conocimos en un semáforo, justo en frente del Metro ‘Alfonso XIII’, cargados de revistas y libros. Mi español cojeaba más que ahora y Martínez aún se movía en Metro…siglos. Por aquel entonces Rachel era sólo la “empollona de la primera fila”.

Vivo desde años con una especie de enfermedad que me obliga a comer algo (lo que sea…) cada dos horas, al máximo. Si no lo hago, mi cerebro me castiga con la depresión. Ya, debería verme alguien, pero no es este el tema. El punto es que sin mi necesidad de comida nunca habría empezado a robar galletas a la “empollona de la primera fila”. Sí, eran de canela, pero mi cuerpo necesitaba comer…Así fue como las galletas nos unieron y empezó una larga lista de comidas, cenas, meriendas y sobremesas.

Las anécdotas de nuestra amistad irán saliendo y estoy convencido que siempre tendrán algo que ver con un plato, un vino o una sobremesa.

lunes, 27 de octubre de 2008

Donde comen dos...: Exposición de motivos

Raquel y Massi comiendo al sol en La Quinta de El Pardo. / flickr photos from barvaron
Quién nos lo iba a decir: nos conocimos compartiendo sandwiches más o menos insuficientes en el 'recreo de la comida' de aquel Master, y ahora emprendemos esta iniciativa tripera, seguramente inspirada por el magisterio de gastrónomos de fuste de la casa como el desaparecido Xavier Domingo o el multiforme Fernando Point.

Después de aquellos paupérrimos almuerzos nuestra amistad ha discurrido en buena medida por los cauces del buen beber y el buen comer. El apetito y los antecedentes de cada uno así lo exigían. Raquel es un brote vivaz de ese 'lobby' leonés tan poderosamente arraigado en Madrid; de su estirpe le viene el gusto por la comida, aunque sea precisamente en el estómago donde se le suelan agarrar las preocupaciones... Massimiliano es italiano y meridional -pese a que la geografía desafíe esa catalogación: los Abruzos, de donde él viene y cuyos quesos de pastor tanto gustaron a Pla, están estrictamente alineados con Roma-; y esas dos condiciones son suficientes. En cuanto a mí... Algo hay también de asturleonés, y como de lo que se come se cría, supongo que el buen comer sencillito, que en mi caótica casa es de lo poco que siempre se ha respetado, tendrá que ver con esta concupiscencia que en ocasiones me domina.


Pero que el sibaristismo no nos eleve sobre el resto de mortales; eso acaba en un aristocratismo bastante patético. No. A casi todo el mundo le gusta comer bien. De ahí que esta pequeña posta en el hiperespacio nazca, como dirían en misiones -aprovechando que estamos en mes de Domund-, con vocación de servicio. Para paliar, en la medida de nuestras humildes posibilidades, el desamparo de los que parando en tierra desconocida prefieren el bocata a caer en la trampa del menú turístico; para difundir la existencia de los comedores que en nuestro muy corto bagaje hemos descubierto; y si es necesario también para alertar de los sitios indeseables con que nos hemos topado.



Tras mucho insistir, Raquel ha logrado que esta idea de corcho a tres bandas haya fructificado; a ver en qué queda. Esperemos no ser víctimas de la abulia generacional... Al menos el italiano es un tipo constante. Nos encomendamos al espíritu del gran Julio Camba: voluntad, rigor y sentido del humor. Sueño con el día que hagamos un post conjunto del Hispania, mi ciudad esmeralda gastronómica desde que Pumares lo glosara en su enloquecido 'Polvo de estrellas' y objeto de un libro importante de Arcadi Espada. ¡Que así sea, chavales!



(Foto vía Flickr: barvaron)