sábado, 7 de marzo de 2009

Brunch





Los sábados y los domingos por la mañana los alemanes van en procesión a la panadería. Mi hermana y Max son clientes fieles de la pequeña confitería de la calle Lutero.

Da gusto ir con las legañas puestas y despertar con las luces de las vitrinas repletas de tartas, cruasanes, bizcochos de amapolas y frutas del bosque. Detrás del mostrador asoman más de 20 variedades de panecillos (con pipas de girasol o calabaza, de centeno o con semillas de sésamo...)

Es un rito que siempre he querido compartir con vosotros. Desayunar tarde y abundante, sin prisas, porque el brunch tiene un ritmo de conversación íntimo, al igual que en las saunas. No sabes porqué pero es así. Encerrado en una sauna apetece contar secretos. De cañas contar chistes. Surge una charla alegre, ligera, con interrupciones para pedir otra ronda. O aceitunas.

Los fines de semana, cuando puedes disfrutar del descanso sin despertadores, es el momento propicio para escuchar. Por eso insisto tanto.

2 comentarios:

Martínez dijo...

¡Qué alegría que escribas! Y qué apetecible todo. Yo creo que lo que tú dices del brunch en realidad funciona para una buena comida dominical o vacacional. El tiempo libre asociado al comer propicia buenas conversaciones de sobremesa.

Massi dijo...

Raaaachel! Po' cuando vuelvas vamo' a come' prontito, así tu podrás decir que has cumplido el rito del brunch con nosotros y yo que comí según el "horario italiano"...je, je! Y yo iré con la Vespaaaa! Yuuuuhu!

...y en el sobremesa hablamos del Vaticano, no?! je, je!

Rachele, torna presto!!
Baciii!

PD: la segunda parte la has escrita con los ojos cerrados?! no se entiende na'!!