sábado, 24 de octubre de 2009

El nuevo almacén de Brooklyn


Yo estoy instalado en Manhattan desde hace semanas, pero DondeComenDos sigue de momento en Williamsburg, porque anoche fui a cenar allí a un restaurante llamado 'El Almacén' (aquí la reseña del New York Magazine). Diego y Eduardo son dos argentinos lo suficientemente emprendedores como para montar este bonito garito pidiendo las licencias sobre la marcha -la de despachar alcohol al parecer la han conseguido hace bien poco- y peleándose cotidianamente con las autoridades competentes. Ayer estaba llenito y creo que así está siempre ( la verdad es que el virtuosismo local para optimizar el espacio en los restaurantes contribuye a alimentar esa sensación).

Obviamente nos dimos a la carne, y disfrutamos muchísimo. Tengo entendido que en El Almacén no hacen eso tan vistoso que hacen en muchos sitios en España de importar vía aérea las piezas de Argentina. Es materia prima local. Y quedó demostrado que es una política razonable. Llegaron a la mesa varios churrascos, entrañas y una cosa al parecer deliciosa que yo no probé llamada costilla de res (la carne es guisada durante muchas horas a fuego lento). Las piezas de parrilla vinieron en unos enormes y pesados tocones de árbol con unas patatas excelentes o un puré de tal ligeramente picante. Especulamos con que el picor y el color verdoso se debiera a una aplicación de wasabi (kia!).

Respecto a la entraña, yo cometí un error basado en mi experiencia española con los puntos. Cuando en España digo al punto, casi siempre me traen la carne más cruda de lo que a mí me gusta, así que he desarrollado un automatismo para pedirla bien hecha y que así llegue con un rosor satisfactorio. Ayer, pues, pedí mi entraña 'well done' sin pestañear, y fue un error. Porque cuando terminé y me giré a la derecha para reclamar las sobras de mi compañera de al lado, que también había pedido entraña pero al punto, me di cuenta de que estaba mucho mejor. Me quedé con las ganas de sugerir a los jefes que aunque llegue un tipo pidiendo las cosas demasiado cocinadas, hagan como en El Viejo Almacén e ignoren en lo posible su solicitud.

Un alfajor muy rico y un coulant de chocolate (cómo se ha universalizado el bizcochito fluído) sirvieron para cerrar una cena estupenda. Con tips y tax y demás (pedimos dos botellas de vino, que eramos siete), 40 dólares por cabeza.

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