lunes, 13 de julio de 2009

Weekend: de entrañas y variantes


El Viejo Almacén de Buenos Aires de la calle Villaamil, templo madrileño de la carne a la argentina -cortes, materia prima 'par avion', tango, matesito, alfajores, dulce de leche, fetiches de Gardel y Maradona revistiendo las vetustas paredes de una vieja casa baja en las estribaciones de Tetuán- fue arbitrariamente expropiado y derribado en marzo de 2007. Todavía se puede contemplar el ominoso vacío que dejó aquel sitio tan bonito: a qué, pues, las urgencias por hacerlo desaparecer. Me lo expliquen.


Antes de que el atropello se consumara, los responsables ya abrieron un nuevo Viejo Almacén no muy lejos, al otro lado de Herrera Oria -la Carretera de la Playa de toda la vida-. En un recodito de Ramón Gómez de la Serna se encuentra el local que nació como sucursal. Hasta ayer no lo había visitado, y la verdad es que el temor de toparme con un restaurante sin el sabor del otro quedó rapidamente despejado. Todo está tan bonito como ashá, y por supuesto tan rico. Entre cuatro nos despachamos medio kilo de lomo alto y una entraña, ni mucho ni poco (arriba, los restos: sólo dejé la piel de la entraña).

Normalmente nos mola que nos pregunten cómo queremos la carne; aquí sólo lo hacen retóricamente, porque saben perfectamente cómo tienen que dejarla. Y le parecerá perfecta tanto al amante de la sangre como al asquerosito de las cosas crudas. Con grisines (y el mismo surtido en plato de madera que ponían en Villaamil: aceitunitas, pepinillos, cebollitas, pate, roquefort, etc.), las correspondientes cervecitas, una ensaladita de tomate y mozzarella de búfala, vino (el patagón, durito pero agradable, Postales del fin del Mundo, Cabernet y Malbec de 2008), los postres (alfajor y panqueque de manzana) y los cafetines, salimos a 26 euros por cabeza.


El sábado caí accidentalmente en La Vaguada y me entregué un poco al fragor de unas rebajas que creía que este año me resultarían ajenas porque nada me cabe en el armario. Algo me compré, y de paso me topé con La Rapa, una tienda de variantes fabulosas que al parecer es franquicia. Me conformé con unas berenjenitas y unas muy ricas aceitunas aliñadas a la antigua, pero los pepinillos-túmulo rellenos de todo tipo de cosas prometen, y demuestran que estas viejas cosas siguen entusiasmando a una mayoría.

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