jueves, 15 de octubre de 2009

Autumn in Nueva York: un appetizer

Me encanta la publicidad en español que hay por Nueva York. La sintaxis y el vocabulario son deliciosos. He aquí un anuncio institucional que se puede ver en el metro: "Te estás tomando las libras? Las sodas y otras bebidas azucaradas engordan muchísimo. ¡No las tomes! Elige el agua, seltzer o leche baja en grasa". Firmado el Departamento de Salud del amigo Bloomberg.

Este anuncio, significativamente orientado a la población hispana, es una prueba de la preocupación neoyorquina por el keep fit y el buen comer, y demuestra que, también en este aspecto, NY es una isla respecto al resto del país. Este domingo en su Magazine, el 'New York Times' se atrevía a traer de la vieja metrópoli ni más ni menos que a Jamie Oliver para enseñar a comer bien a las 'unhealthiest towns' del país.

Y es que ya lo decía Patrick Bateman, ciudadano ejemplar de esta ciudad en la que me hallo por unos meses: "nunca se está lo suficientemente delgado". Y en esa misma línea, añado que Nueva York es un gran sitio para comer bien. Nadie te obliga a ingerir grasientas hamburguesas ni cestos repletos de pringosas 'fries'. Yo por ejemplo he tardado más de una semana en comerme una Lucky Burger.

De hecho, aparte del inevitable bagel de la mañana inaugural, mi primera comida seria fue en un estupendo e irreprochablemente saludable lugar que me topé por casualidad en mis vagabundeos matinales por Williamsburg. El lugar se llama Egg. Cuando llegué allí un martes sobre las 11 de la mañana y con el estómago extremadamente vacío aquello estaba lleno de modernos y otra gente de buen vivir que se suele ver por este refinado barrio de Brooklyn.


En la imagen, que no hace justicia a las viandas, podéis ver mi desayuno de aquella mañana. Una tortilla de queso de tres huevos -aquí todo a lo grande- en un jugoso punto de cuajo imposible de encontrar más que en casa de la mamá de cada cual. A la izquierda, una especie de ligerísima croqueta de cebolla. A la derecha, tomate en conserva de la casa. Sí, de la casa, porque Egg tiene su propia granja, de cuya actividad da cuenta una bonita carta posada en cada mesa. Y al fondo el café. Bueno, ya sabéis cómo hacen aquí el café. Pese a todo, tueste especial especificado en la carta cuyos detalles por supuesto no recuerdo, molido rústico, presentación individual en cafetera de émbolo y tal. Y esa cosa tan civilizada que aquí hacen en todas partes de ponerte por delante un vaso de agua que te rellenan constantemente.

Pero ya iré contando lo que he comido y como por aquí. Además, he encontrado un market que me satisface bastante -dedicaremos un post a las peculiaridades, con sus pros y sus contras, de hacer la compra en los NY- y que me permite cocinarme lo que me place. Así que no me puedo quejar.

1 comentario:

Crisac dijo...

De "isla" a "isla" y tiro porque me toca. Me he quedado asombrada con lo de que Egg tiene su propia granja!