Te pones un mandil para no mancharte. Se cogen, se pelan -hay que quitar las capas quemadas-, se mojan en salsa romesco y se introducen en la boca tal y como Diana se comía las raticas en 'V'.
Aunque mejorable en ciertos aspectos (como el postre; correcto con la crema catalana, pero la cicatería de ofrecer como única alternativa el condenado sorbete al cava no queda muy bien), está chévere y generoso el menú calçotada de Casa Jorge. Te abren el apetito con pa amb tomàquet para acompañar unas butifarras, escalibada y exqueixada. Después vienen los calçots, y cierran con las carnes: conejo y chuletitas de cordero. Para beber te dan a elegir entre un Vega Ibor, catalanísimo tinto seiseurista de La Mancha (que para ser justos estaba muy rico) o cava. Treinta y cinco euros por cabeza. Precio que no se puede ajustar mucho más. Pros y contras de los menús cerrados, que en el fondo siempre te hacen sentir como un turista bobalicón, aun en tu propia casa. Quedamos, en cualquier caso, satisfechos. Y como el año pasado, me llevé el mandil de plástico de recuerdo.
1 comentario:
Muy bien. Por fin me entero de lo que es un calçot. Me quedé muy intrigada cuando Camino nos habló de ellos en Barna.
Publicar un comentario