sábado, 7 de febrero de 2009

Lo que viene a ser un calçot

Cuando me preguntan, yo desde mi ignorancia lo defino como una especie de puerro/cebolleta. Y al ilustrarme resulta que no estoy tan errado. El martes, dentro de la serie de celebraciones en torno al desguace de Factoría, comimos calçots en Casa Jorge.



Te pones un mandil para no mancharte. Se cogen, se pelan -hay que quitar las capas quemadas-, se mojan en salsa romesco y se introducen en la boca tal y como Diana se comía las raticas en 'V'.

Aunque mejorable en ciertos aspectos (como el postre; correcto con la crema catalana, pero la cicatería de ofrecer como única alternativa el condenado sorbete al cava no queda muy bien), está chévere y generoso el menú calçotada de Casa Jorge. Te abren el apetito con pa amb tomàquet para acompañar unas butifarras, escalibada y exqueixada. Después vienen los calçots, y cierran con las carnes: conejo y chuletitas de cordero. Para beber te dan a elegir entre un Vega Ibor, catalanísimo tinto seiseurista de La Mancha (que para ser justos estaba muy rico) o cava. Treinta y cinco euros por cabeza. Precio que no se puede ajustar mucho más. Pros y contras de los menús cerrados, que en el fondo siempre te hacen sentir como un turista bobalicón, aun en tu propia casa. Quedamos, en cualquier caso, satisfechos. Y como el año pasado, me llevé el mandil de plástico de recuerdo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bien. Por fin me entero de lo que es un calçot. Me quedé muy intrigada cuando Camino nos habló de ellos en Barna.