lunes, 9 de noviembre de 2009

La redención del perrito


Embriagado por los atractivos de la gran ciudad, me faltan tiempo y ganas siquiera para pasar a limpio las numerosas notas mentales de mi experiencia neoyorquina. Quizá por ser domingo he tenido un repente de decencia y he pensado que en lo que respecta a DondeComenDos ya era hora de reportarse, aunque fuera sumariamente.

Y he pensado (otra vez) que mi primer perrito neoyorquino podría ser un buen asunto. Sí, sí, como lo oyen. Llevo aquí ya un mes y hasta ayer no me había metido para el cuerpo un ejemplar del que pasa por ser uno de los prototípicos bocados de esquina de esta ciudad que, además de nunca dormir, nunca deja de engullir.

Pero mi perrito inaugural no ha sido precisamente un chucho. Ayer deambulaba por Park Slope rumbo al Salón del Cómic de Brooklyn cuando en la calle Bergen, formando parte de un primoroso alineamiento de bonitos comercios en un edificio recién restaurado, encontré primero la Bergen Street Comics, un lugar maravilloso donde pasé un largo rato hojeando joyitas, y después, ya con el apetito azuzado, y casi pared con pared, un local que emitía apetitosas fragancias llamado Bark.

Reproduzco la declaración de intenciones que los patrones de este particular comedor han hecho imprimir en sus menús: "Nuestra misión en Bark es ofrecer a nuestros clientes una experiencia increible. Simplemente nos encantan los perritos, y esta devoción alimenta nuestro deseo de ofrecer una comida y un servicio excelentes. En Bark llevamos a cabo una interpretación artesanal del fast food. El fast food ya no tiene por qué ser barato, producido masivamente, alterado química y genéticamente y despersonalizado. Siempre que es posible, compramos nuestros productos, carne, leche y cerveza a proovedores locales, orgánicos y sostenibles".

Puede sonar a coartada, pero un pequeño local como Bark no tiene necesidad de adoptar eslóganes falaces a lo McDonalds. Además, si un tipo refinado como yo decidió entrar allí será por algo, ¿no? Bueno, pues en efecto. Aparte del excelente interiorismo -en esta ciudad saben montar los sitios; nada de abrumadoras luces cenitales, por ejemplo-, en Bark hacen las cosas muy bien, y si presumen de haber redimido al hot dog de una vida barriobajera es porque pueden. Yo opté por una de las versiones más sencillas de cuantas allí ofrecen, el NYC Classic, con cebolla roja, mostaza y una especie de confitura de tomate. Lo veis ahí arriba. Pero es que estaba realmente bueno. Como las fries salpimentadas, caseras desde el corte y con su poquito de piel, eso que aquí tanto gusta. Y la Sixpoint Bengali Tiger, cerveza del país que pega fuerte pero no tiene el espesor empalagoso de otras americanas.

El Bark está justo a la salida del metro de Bergen St., así que no resultará difícil volver para probar su egg sandwich, clasificado hace un par de semanas por el 'New York' como uno de los nueve mejores de la ciudad.

(foto Flick barvaron)

1 comentario:

Massi dijo...

Hambre y más hambre!!

PD: cuánta veces ibas a correr?! jajajajaaaajaja!